Tras años de grandes incertidumbres donde todo ha cambiado, cada vez con más novedades tecnológicas que hacen que los ciclos de maduración de los productos se reduzcan y, sobre todo, con un consumidor mucho más reflexivo y con múltiples opciones de elección, las personas y las organizaciones nos enfrentamos a un mundo diferente. Nada será igual en el futuro.
Ante esto sólo nos queda el cambio continuo. Hay dos opciones de cambio: adaptación o intencional, es decir, se quiere cambiar o no hay más remedio que hacerlo. En ambos casos, lo importante es tener paciencia y perseverar para dar continuidad a los procesos de transformación. Las cosas pasan tan rápidamente y las tendencias globales nos afectan tan directamente que la necesidad de cambio continuo es algo que debe formar parte de la cultura de las personas y todas las organizaciones. El cambio no es una opción es una obligación.
Sin embargo, el cambio es algo a lo que las personas y las organizaciones nos oponemos de facto, especialmente, si el cambio nos genera incertidumbres y consecuencias difíciles de imaginar. En los momentos de cambio siempre aparece la voz de la continuidad (no cambio) como resistencia porque rompes las estructuras existentes. Es necesario permitir que se expresen, hay que escuchar, tener en cuenta lo que aporta valor al proceso de cambio y perseverar en las mejoras.